Thursday, April 25, 2019
En 2019 recordamos 500 años desde el inicio de la conquista de América a manos de los españoles, y resulta que el nuevo gobierno mexicano le está exigiendo a España hoy una disculpa por los eventos ocurridos hace 500 años…
A mí el rey de España no me debe ninguna disculpa. Una disculpa lo torna a él en villano culpable y a mi en víctima inocente e indefensa. Ni él es un villano (¡grrrr!), ni yo soy una víctima indefensa (¡aaay!). No tengo razón alguna para contar a Don Juan Carlos de Borbón como un villano, y me respeto demasiado a mi mismo para aceptar el papel de víctima. Las victimas son débiles, apocadas, derrotadas y adictas a sentir lástima de sí mismas: yo no soy ninguna de esas cosas. Lo que me debe el Rey de España es lo mismo que yo le debo a él: respeto, apreciación, solidaridad como un par de individuos que acabamos hermanados por sangre, historia y destino gracias a un juego de fuerzas incalculablemente mayores que él y que yo, que nunca pidieron nuestra aprobación ni nuestra ayuda. El rey de España y yo somos hermanos de raza, de cultura y de vocación. Yo no lo escogí a él ni él me escogió a mi, porque las familias no se escogen: las familias nos tocaron así. Las familias nos nutren y educan y protegen, y por eso los miembros de la familia se aman, se apoyan, se celebran entre sí. El rey de España no se rebaja al abrazarme como hermano, ni yo me exalto más allá de mi lugar al abrazarlo a él: somos hermanos, y eso nos forma y nos define a ambos.
Esto de jugar a las ofensas y disculpas históricas es una falacia. Sí, sí, sí: España humilló, explotó y esclavizó a los pueblos indígenas de Mesoamérica hace 500 años…¡cosa que también hicieron los aztecas! Si España hoy se debe disculpar con los aztecas, los aztecas tendrán que disculparse con todos los pueblos de Mesoamérica en sus días, y los mayas con todos los pueblos de Yucatán y Centroamérica, y los Incas con todas las comunidades a las cuales sometieron y de las cuales extrajeron tributo en Perú y Bolivia…y así seguimos sin tener dónde parar. (España por su parte le tendrá que exigir disculpas a los árabes, porque España soportó no 300 sino 700 años de humillación, explotación y esclavitud a manos del sultanato magrebí).
No estoy diciendo en absoluto que esa humillación, explotación y esclavitud no hayan sido crímenes abominables, porque lo fueron y lo siguen siendo. Pero que los pueblos mestizos que somos hoy los latinoamericanos le estemos pidiendo disculpas a España a nombre de los aztecas, los mayas, los incas, los chibchas o los guajiros es no entender quiénes son ellos y quiénes somos nosotros. México, por ejemplo, no es los aztecas, o los mixtecos o los mayas, por toda la gloria y los méritos de esas culturas y el muy merecido amor que les tenemos. México es los aztecas, los mixtecos y los mayas MÁS España. A España, mis hermanos latinoamericanos, la traemos en la sangre, ¡y qué privilegio! Es nuestro padre violento. Sí, un violador. Somos fruto de una violación, y toda violación es condenable y execrable. Pero no así nosotros, el fruto de esa violación, y si seguimos jugando a la víctima es porque no nos acabamos de apreciar a nosotros mismos. Es llevar cargando esa humillación por la eternidad, sintiéndonos inferiores, humillados, sucios, por ser bastardos. Por ser hijos de la…violada. No señores: no somos bastardos, somos príncipes. Fruto de un matrimonio violento, sí… pero un matrimonio entre un rey y una reina: príncipes forjados, nacidos, engendrados en el fuego. En la batalla violenta, en la erupción volcánica de la historia. Comportémonos como príncipes que somos, no como hijos indeseados y menospreciados por la historia.
¿Recuerdas a los grandes héroes de la Grecia clásica? Son semidioses, hijos de la violada, bastardos producto de una violación divina. Hércules, Perseo, Dionisio, Minos, Orfeo, Esculapio, Helena de Troya -la legendaria belleza que lanzó "mil barcos a la batalla"-, la reina Clitemnestra, esposa del rey átrida Agamenón; Cástor y Pólux, los santos patronos de todo navegante… son todos ellos y ellas bastardos, producto de una violación. Pero no es así como los recuerda la mitología, sino como príncipes y princesas, como héroes y semidioses, como los más destacados entre todos los mortales. ¡Seamos así! Dejémonos de andar por la vida humillados y cabizbajos: ¡alcemos el rostro como príncipes y héroes!
¿Recuerdas a Salomón, el legendario rey Salomón, el hombre más sabio y más poderoso de sus días? Pues he aquí que es producto de una violación, que es un hijo de la violada, porque David se robó a Betsabé. ¿En qué le quitó eso a la gloria y la sabiduría míticas que Salomón supo adquirir? En nada. ¡Seamos Salomón! España es nuestro padre violento, capaz como todos los hombres -como tú y como yo, y cualquier mujer- de violación. Pero España no es cualquier violador: es el rey David, capaz también de la más sublime música y poesía, y de gloria y de extraordinarias victorias espirituales y físicas, un hombre tan extraordinario que se ganó la confianza y el mayor aprecio de Dios, quien declara que David es "un hombre de acuerdo a mi corazón". David es descrito como "el dulce cantor de Israel". David violó a Betsabé, y se manchó más aún de sangre las manos al hacer matar a Urías, el esposo de ella. Pero David mató al gigante Goliat, y es el mejor guerrillero, y el mejor cantor, y el mejor general y el mejor rey que Israel tuvo nunca. Dios bendice su simiente al decretar que el Mesías esperado, el Salvador del mundo, emergerá de su descendencia. Señores: ese es el violador David. Esa es España. Y nosotros somos Salomón, su descendencia.
--"¡Pero qué tonterías dices, Porras! ¡Estás más chalado que un borrico que se hubiera tragado tres botellas de tequila alegando que es la manera más eficiente de comerse los agaves…"
¿Te parece que me equivoco? Pues no sé, tal vez sí. Pero todos tenemos que crearnos una narrativa para hacer sentido de nuestra historia y nuestra vida, y esta manera de ver a España y a México, y verme a mí como mexicano me ayuda mucho a caminar por el mundo con el rostro erguido. Tú decides. Yo por mi parte escojo, al ver la obra de Velázquez, de Goya y de Picasso, decir "esto es mío", porque mi sangre me lo grita, porque así me mueve y me sacude; al leer a Cervantes, a San Juan de la Cruz, a Lorca y a Machado decir "esto es mío", porque mi sangre me lo grita, porque así me mueve y me sacude; al escuchar a Manuel de Falla, a Paco de Lucía, a Joan Manoel Serrat decir "esto es mío", porque mi sangre me lo grita, porque así me mueve y me sacude… porque así me mueve y me sacude. Porque lo llevo en la san-gre, y mi sangre me habla, me llama allí.
Somos mestizos, mezcla de dos sangres, y eso nos hace especiales y doblemente interesantes. Piensa en gente extraordinariamente talentosa y atractiva como Rachel Welch, Angelina Jolie, Cameron Diaz, Freddie Mercury, Keanu Reeves, Naomi Campbell, Meghan Markle, Adriana Lima, Dwayne Johnson (The Rock)…mestizos todos ellos. Mezcla de dos o más sangres. Esto de distraernos con disculpas por lo ocurrido hace 500 años es infantil e inútil. Los españoles de hoy no son los de hace 500 años, ni los mexicanos de hoy somos los de hace 500 años. Hernán Cortés y Francisco Pizarro no se van a levantar de sus tumbas a disculparse; ni tampoco Cuauhtémoc ni Atahualpa se van a presentar a recibir esas disculpas. Ni los españoles ni los latinoamericanos de hoy tuvimos nada que ver -como víctimas o victimarios- con todo aquello ocurrido hace 500 años. Una forma más útil de recordar esos vertiginosos y traumáticos eventos será trabajando juntos hoy, españoles y latinoamericanos, para crearnos un mejor presente y futuro unidos como familia. Porque somos familia, de sangre. No sólo de idioma, y cultura y temperamento. Somos familia de sangre, de carne y hueso; así de cerca estamos. Unidos genéticamente. México, América Latina: sangre española corre por nuestras venas, y el corazón hermoso y grande de España late en nuestras fiestas y nuestras pasiones, y también en nuestros errores y nuestros mejores sueños.
Cómo quisiera que todo latinoamericano pudiera viajar por España, y todo español por América Latina, para que nos demos cuenta que somos familia, ¡y qué bella familia!
Soy mexicano mestizo mexicanísimo, tan español como azteca, y no podría estar más orgulloso de ambas razas, porque han producido arte y poesía sublimes, y culturas vibrantes y llenas de color y pasión. México y España son los dos países más llenos de gloria, de furia, de creatividad y de imaginación que he conocido (y he viajado por todo el planeta). Mi pasaporte es mexicano, pero yo y mi espíritu somos mayores que mi pasaporte. Tampoco necesito un pasaporte español para abrazar y reclamar a toda España como mi familia, mi madre, mi cultura que me llevó de la mano cuando niño y me enseñó a hablar, a sentir y a crear. Que me habló, me sintió y me creó y todavía lo hace, y lo hará hasta la tumba. Como México, como mi entrañable México. Por España no tengo sino amor y gratitud, como por México. Como por mis padres, aún cuando fueron crueles o no acabo de comprender todas sus decisiones. Como mestizo tengo la gloria y la riqueza de dos cunas, dos hogares, dos familias. Ser mestizo es ser dos veces. Nacer con una herencia doble. Quién podría pedir más?
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